martes, 4 de agosto de 2009

Congregación Iglesia Reformada en Buenos Aires


Qué año? Quiénes están en la foto?

Tres Arroyos, destacados miembros de la iglesia



En la foto aparece el "meester" Cornelio Slebos, tante Zwaartje Zijlstra y...
Se agradecen datos de la foto, lugar, año y demás presentes.

Arie Millenaar y Annie Millenaar, 1931



Esta es una foto que alguien me regaló alguna vez.
En ella se ve a los hermanos Annie (1919) y Arie (1921) en Astra, pueblo cercano a Comodoro Rivadavia, donde la familia estuvo radicada un tiempo.
La foto es de alrededor de 1931.
Si algun familiar o conocido de la familia puede aportar los nombres de quienes están en el auto, seria muy lindo.
Y si algun avezado en cuestiones automovilísticas sabe qué vehículo es ese, pase el dato.

sábado, 20 de junio de 2009

100 años de Tante Corrie

El Periodista de Tres Arroyos


Cornelia Adriana Sonneveldt de Verkuyl, quien cumplió el pasado 16 de mayo cien años de vida, es la holandesa más antigua de la colectividad asentada en Tres Arroyos desde fines del siglo XIX
La casa de Corrie, en Alvear y Pellegrini. Estilo inglés y nombre quichua


CON 100 AÑOS, CORNELIA SONNEVELDT DE VERKUYL
ES LA HOLANDESA MAS ANTIGUA DE TRES ARROYOS

Palabras mayores

Tenía apenas un año cuando llegó a la Argentina en barco junto a su padre pastor y su madre ama de casa. Hoy, con 100 recién cumplidos, Corrie Sonneveldt es la holandesa más antigua de Tres Arroyos. Esta mujer centenaria, que recuerda con precisión fechas, nombres y viajes, se brindó lúcida y divertida a un diálogo exquisito con "El Periodista". Un siglo, una vida, un crónica imperdible

Doña Corrie sonríe cuando recuerda sus tardes de tenis con amigas, el nacimiento de sus seis hijos, los abrazos de sus ocho nietos y bisnietos, los paisajes de Holanda, las enseñanzas de su padre maestro y pastor. Y aunque todas las remembranzas humanas remiten a la juventud, a la alegría de la maternidad, al calor y la seguridad del vínculo paterno-filial, los recuerdos de Corrie son diferentes. Porque los ha ido atesorando en una existencia de cien años. ¿Y puede reproducirlos? Claro que sí. En su magnífica casa de estilo inglés, con la que cumplió un sueño de recién casada cuando todavía cocinaba para su esposo Pedro y los peones en La Federación, el campo de los Candia, compartió muchos momentos inolvidables de su vida centenaria con "El Periodista"

Historias de inmigrantes
Cornelia Adriana Sonneveldt de Verkuyl, quien cumplió el pasado 16 de mayo cien años de vida, es la holandesa más antigua de la colectividad asentada en Tres Arroyos desde fines del siglo XIX, y por eso es también testigo privilegiada de la historia de estos inmigrantes hoy profundamente arraigados a nuestra tierra pero con indisolubles lazos con su Holanda natal. Llegó a la Argentina con sus padres Antonio y Metje en 1910, cuando apenas tenía un año. Una de sus hijas alcanza una foto, y allí se la puede ver vestida de blanco, sentada sobre una butaca altísima, apenas una sonriente bebe, flanqueada por el gesto cariñoso de sus padres, de rigurosa indumentaria oscura. Fechada en Amsterdam, la imagen fue tomada antes del viaje en barco desde Holanda a la Argentina, cuando Corrie aún no tenía hermanos y el futuro era una incógnita disuelta en la inmensidad del océano.
"En ese entonces todavía no tenía hermanos. Llegamos cuando tenía un año, y nos instalamos, con mi papá que era maestro, en Buenos Aires. Mi madre era ama de casa, y tuvo cinco hijos más. Después de algunos años, nos fuimos de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia, donde mi padre también fue maestro", recordó. Pastor de la Iglesia Reformada, Antonio Sonneveldt enseñaba a sus hijos todo lo necesario desde su propia casa, y así aprendió Cornelia sus primeras letras.
"Mi padre nos daba clases en holandés y en inglés", evocó. Según sus hijas Eva y Matilde, en casa, Corrie sigue hablando en neerlandés con parte de su familia, y hasta hace no mucho tiempo le gustaba cantar y tocar, en un antiquísimo armonio conservado de manera exquisita, canciones en inglés.
En el sur del país, donde su padre instaló a la familia para cumplir su misión pastoral con los boers, colonos holandeses en Sudáfrica que llegaron a la Argentina tras una cruenta guerra con Gran Bretaña y se instalaron en la zona de Comodoro Rivadavia, la familia de Corrie Sonneveldt vivió unos nueve años. "Después nos volvimos a Holanda", apuntó la entrevistada.

La segunda ola
"En Holanda, mi padre hablaba tan bien de la Argentina que muchos holandeses decidieron venir", aseguró Cornelia. Y esta campaña "proargentina" de Antonio le depararía a la joven Corrie el encuentro del amor.
Según cuenta Gerardo Oberman, historiador de la inmigración holandesa en el país, el pastor Sonneveldt -un hombre fundamental para el desarrollo de las Iglesias Reformadas en la Argentina-, difundió las bondades de estas tierras entre sus connacionales en un momento en que Holanda atravesaba duras condiciones económicas. Y como consecuencia de su prédica, se producía la segunda inmigración neerlandesa. "Llegaban así entre 1924 y 1925 los Bakker, Boonstra, Bruines, Douma, Groenenberg, Karraij, Mulder, Ouwerkerk, Peetdom, Shening, Terlouw, Van der Horst, Van der Sluis, Van der Velde, Van Strien, Veninga, Verkuyl y Waterdrinker, muchos de ellos procedentes de Haarlemmermeer. Estas familias se establecieron en zonas de San Cayetano, donde fueron recibidos por los descendientes de holandeses de la primera migración como la familia Zijstra y Olthoff. La llegada de estos holandeses, dio nuevo impulso a la vida de la colectividad", puntualiza Oberman, y en su nómina no pasa desapercibido el apellido Verkuyl. Entre los recién llegados estaba Pedro Verkuyl, a la sazón esposo de Corrie, quien en principio recaló como el resto en Buenos Aires, para después trasladarse a campos de la zona de San Cayetano.
"Nos conocimos en Buenos Aires, y más o menos después de un año nos pusimos de novios. Y también un año después nos casamos. Mis padres lo tomaron bien, lo quisieron enseguida. Mi primer hijo, de los seis que tuve, nació un año después", contó Cornelia.

El campo y la ciudad
Recién casada, Corrie se instaló con su esposo Pedro en el campo La Federación, que junto a otro establecimiento, La Polonia, fueron escenario del cotidiano trabajo de los holandeses que años después, en 1938, fundaron la Cooperativa Alfa. "Era un campo grande, donde había muchos holandeses que trabajaban cada uno su parte. Vivíamos en el campo, yo educaba a mis hijos, criaba pollos, cocinaba para mi familia y los peones", puntualizó. Con el paso del tiempo, por la cocina de Cornelia comenzaron a pasar, además de los platos típicos de su país, los pucheros y los guisos bien al estilo local.
Tiempo después, la familia se radicó definitivamente en Tres Arroyos, donde los hermanos Verkuyl continuaron su educación -que algunos habían iniciado en el antiguo Colegio Holandés, con la modalidad de internado-, y Cornelia pudo disfrutar de las actividades en la ciudad y del contacto fluido con sus amigas de la colectividad. "Me gustaba tejer, bordar, y trabajé para la gente de la Segunda Guerra Mundial, haciendo cosas para mandar, ropa, comida, y siempre estuve en comisiones para beneficio de la Iglesia y del colegio. Y jugaba al tenis", recordó, con una amplia sonrisa, mientras exhibía sobre su cama una blanquísima colcha hecha con sus propias manos hace 40 años. "En Huracán", destacó. La práctica de ese deporte la compartía con sus amigas, mayoritariamente mujeres de la colectividad holandesa, con las que durante mucho tiempo participó de actividades religiosas y sociales, siempre relacionadas con sus connacionales y sus descendientes.
De aquel viejo Tres Arroyos Corrie recordó los largos viajes en tren desde Buenos Aires, y los rigurosos periplos en sulky desde La Federación, cuando era necesario aprovisionarse de elementos que el campo no proveía.

Querida Holanda
La religión y las costumbres de su país natal permanecen arraigadas en la personalidad de Cornelia, tanto como el recuerdo vívido de los numerosos familiares con los que se escribió cartas durante décadas. "Les escribí siempre, y me dolió no poder hacerlo más", confió.
"El otro día, con el mismo vestido que ella usó hace cien años para bautizarse, y que fuimos usando todos los miembros de la familia, se bautizó una bisnieta", aseguró una de sus hijas a modo de ejemplo de esas fuertes tradiciones.
Para Corrie, las cartas que intercambió con sus parientes, las revistas en neerlandés que leyó a lo largo de toda su vida -siguiendo las alternativas de la vida de la reina Juliana, que era de su misma edad-, las novelas en inglés y por supuesto su lectura en castellano son, de alguna manera, el sustento de su memoria hoy envidiable. Y sobre todo los recuerdos de su querida Holanda, donde volvió todas las veces que pudo, "primero en barco, y después en avión", señaló. "Con mi hermano Antonio recién nacido y mi otro hermano con dos años, se embarcó a Holanda en una época en que los viajes en barco duraba un mes", advirtió una de sus hijas, mientras Cornelia asentía evocando aquella aventura.
Más tarde realizaría varios viajes a Holanda -donde viven algunos de sus nietos y bisnietos-, pero también a otros países, el último de ellos hace apenas 12 años. "Me gustaba mucho viajar, fui a Suiza, Alemania, Italia, Estados Unidos, Canadá", sostuvo. Sobre un mueble de su cuarto, una gran cantidad de tarjetas que llegaron de distintos lugares para sus cien años testimonia sus vínculos con familiares y amigos en cada lugar que recorrió.
"Fue muy trabajadora, y mantiene esa cultura del trabajo muy presente. Siempre nos dice 'hay que trabajar', no estar sin hacer nada. Y fue siempre muy holandesa, a pesar de tener solamente un año cuando vino a la Argentina, aunque después volvió siendo adolescente y le gustó mucho", advirtió una de sus hijas. Es que como buena parte de su familia, Cornelia contribuyó a cimentar junto a otras familias de inmigrantes las instituciones más importantes de la colectividad en Tres Arroyos manteniendo viva la cultura y las costumbres de su tierra natal. "Hubo que trabajar mucho", concluyó con una nueva sonrisa. La cosecha: el enorme cariño de todos los suyos, que la acompañaron en el festejo doble de su cumpleaños y que hoy, para su alegría, le demuestran con abrazos y besos que quieren tenerla consigo muchos años más.

LA CASA DE CORRIE, EN ALVEAR Y PELLEGRINI

Inglesa y con nombre quichua

"Un ingeniero del ferrocarril inglés construyó esta casa, y le puso un nombre quichua, que significa casa hermosa, y mi papá, que debe haberla visto muchas veces, finalmente la pudo comprar y cumplirle el sueño a mamá, que siempre había querido vivir en una propiedad que tuviera las habitaciones arriba, como se acostumbra en Holanda", contó Matilde, hija de Cornelia, a este periódico.
La casa de Alvear y Pellegrini, enclavada en medio de un maravilloso jardín en el que no faltan los molinos típicos, mantiene intacto el estilo inglés de la época, y desde hace 52 años, Corrie vive allí y descansa, por supuesto, en una de las habitaciones de la planta alta. Amante de la jardinería, el bello predio que rodea a la vivienda fue cuidado durante muchos años por ella misma y su esposo Pedro.
Tanto en su habitación como en el resto de la casa se mezclan las fotos actuales de la familia con las más antiguas. Entre las primeras, sobresale una hermosa expresión de la dueña de casa con una de sus bisnietas sentada sobre su falda. Una beba que aparenta la misma edad que ella tenía en la imagen que la retrataba junto a sus padres antes de dejar Holanda; entre las segundas, la imagen de su padre, el pastor Antonio Sonneveldt, dictando una conferencia mientras sostiene una boleadora indígena de piedra entre sus manos.
"Ella nos pidió vivir toda su vida en esta casa. Y lo estamos cumpliendo", dijo Eva Verkuyl a "El Periodista", mientras exhibía con orgullo el antiguo armonio en cuyo derredor la familia completa se juntaba para cantar canciones típicas holandesas, pero también negro spirituals e himnos religiosos.